jueves, 20 de septiembre de 2007

Somos invitados

La época después del Pentecostés que estamos viviendo es el tiempo en que la Iglesia Cristiana fue construyéndose acompañada y guiada por la palabra de Dios en la antigüedad. Es el tiempo en el calendario litúrgico (hasta el adviento) de cimentar todos los grandes acontecimientos que hemos celebrado hasta acá: Navidad, Epifanía, Cuaresma, Semana Santa, Pascua y Pentecostés.
Esta construcción es algo que se sigue haciendo, pues todos nosotros tenemos el mandato de Dios para tal tarea. Cada uno de los/as que somos bautizados/as en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es encargado de participar de esta construcción. Muchos vemos esta construcción como concluida y pensamos, por lo tanto, que ya no hay nada para hacer. En la propuesta del Reino de Dios NUNCA podremos decir que ya está todo hecho; lo que si podremos vivir es la finalización de la obra cuando venga Cristo en su última venida. Mientras tanto vivimos en el tiempo del mientras tanto, en la espera activa y constructiva. Somos invitados a participar de diversas formas en nuestra comunidad de fe, así ya lo señalábamos en número anterior cuando hablamos de mayordomía. Si hiciéramos un pequeño recuento de cómo estamos y/o somos comprometidos con lo que Dios nos ha encargado, muchos podríamos decir que usamos la técnica del avestruz – meter la cabeza en un agujero para escondernos.
La gran dificultad que encontramos para comprometernos con la comunidad viviente de Dios, que es la iglesia reside en nuestra propia humanidad pecadora y llena de pecados. Siempre se nos ocurre, antes de ponernos al servicio de la comunidad, mirar quién está a nuestro lado, pues si no es de nuestro agrado “no puede ser que trabaje con él/ella” y ya bajamos los brazos y dejamos todo para que “los otros” lo hagan. Es allí donde Cristo mismo nos está invitando a participar y compartir los dones positivos y que ayuden a construir la comunidad. Si todos miramos nuestras fallas y nuestros defectos podríamos decir que estamos preparados para nada, o sea, nunca haríamos nada en toda nuestra vida, pues siempre nos vamos a equivocar y, quizás, hacer algo que al otro no le guste. Este es el gran desafío del evangelio; hacernos parte de la comunidad de Cristo es algo tan lindo y bueno que uno puede poner los dones de uno al servicio de la comunidad. La comunidad como Cuerpo de Cristo es totalmente invitativa y nos llama cada día a la participación y al compromiso con el hermano y la hermana que están a nuestro lado. Aquél/la que tiene buena voz y ganas de cantar que participe, con este gran don que Dios le regaló, en los Cultos dominicales y también en el Coro; otro/a que tiene ganas de contribuir y poner sus dones al servicio de la gestión de la Parroquia puede siempre ponerse a su disposición; aquél que quiere ayudar visitando enfermos y/o enlutados, participe de un grupo de visitación; aquél/la que quiere ayudar a enseñar aprendiendo el evangelio puede participar de la escuela dominical; o sea, para ayudar a construir este gran edificio que es el Cuerpo de Cristo siempre hay algo que hacer y siempre somos invitados, día tras día. Este Cuerpo del Cristo viviente que es la Iglesia, tu Iglesia te está llamando a participar, a contribuir para que ande cada vez mejor y seguramente en este gran cuerpo cada uno tiene un lugar privilegiado, pues el único que nos evalúa y nos llama cada día más es Cristo mismo. Como decía Martín Lutero: eclesia reformata semper reformanda – iglesia reformada siempre en reforma y los pastores de la Parroquia quisiéramos decir que: Iglesia construida está siempre en construcción y vos, usted, cada uno de nosotros, está invitado/a a contribuir cada vez más en esta gran invitación que nos hace Cristo mismo.

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