miércoles, 28 de mayo de 2008

Hablando de pollos y gallinas

Viernes después del almuerzo siempre había un tiempito para hacer alguna tarea doméstica (ayudar mi madre en la cocina) y después preparar mi mochila con una o dos mudas de ropa agarrar mi bicicleta e ir a lo de mis abuelos maternos. Andaba como 8km en de caminos polvorientos de tierra colorada hasta llegar a la chacra, en Yerbal Nuevo (en el interior de Três Passos – Rio Grande do Sul – Brasil). Normalmente el viernes a la tarde mis primos que vivían cerca todavía tenían clases y solamente el sábado podríamos encontrarnos. Esto de las 17 horas llegaba, me inmiscuía en las tareas del ordeñe, el alimentar a los cerdos en el chiquero, buscar pastura para los vacunos (para que sábado y domingo no se hiciera tal tarea pues eran dedicados al descanso). Dentro de un rato ya llegaba la noche, el baño con un tacho que se colgaba de una piola con agua tibia o fría (de acuerdo a la estación del año), y la tan esperada cena con algo que había sobrado del almuerzo, con un poco de mandioca frita, porotos negros, arroz y un poco de carne de cerdo recalentada en la baña (grasa de cerdo).

En los sábados por la mañana mi tía y mi abuela arreglaban todas la cuestiones de la casa, lavaban ropa si era necesario (casi siempre lo era), limpiaban la casa, enceraban y lustraban. Mientras lustrábamos empecé a aprender a bailar, con la música de la radio a pilas (pues energía eléctrica todavía no tenían), los primeros pasos de vals, chotis y vaneirão empezaban a ser ensayados. Después eran puestos a prueba en los bailes del salón comunitario que quedaba a más de 6 km en otra dirección (pero esto ya será otra historia). El tema que me llamaba mucho la atención en aquellos tiempos era algo específico que hacía mi abuela. No todos los fines de semana iba yo allá, pero muchos durante un año.

Sábado a la tarde era el momento de compartir con los/as vecinos/as, siempre se juntaban en la casa de uno o de otro para jugar a las cartas, los varones por un lado y las mujeres por otro (a veces en la misma casa y a veces en casas distintas). Bueno vamos a lo que interesa: muchas veces cuando mi abuela iba a una casa de alguna vecina más lejana llevaba un canastito con huevos de sus gallinas y a la noche volvía con el mismo canasto con la misma cantidad de huevos pero no eran los mismos; otras veces llevaba un gallo y volvía con otro. Yo miraba y no entendía, se iba con una docena de huevos y volvía con la misma docena de huevos y/o iba con un gallo y volvía con otro ¿por qué lo hacía? ¡para llevar a los pollos y huevos a pasear! Un día me animé a preguntar y me explicó lo siguiente:

“-- Mira, si no hacemos esto de cambiar los huevos y/o los gallos por lo menos tres o cuatro veces al año nuestra producción de pollos, gallinas y huevos se viene abajo. Lo que pasa es que hay que “mezclar la raza” para mejorarla, si uno no mezcla quedan “refinados” y la peste los agarra.”

Hasta acá llegamos con lo de mi abuela y lo de mi niñez. Después de muchos años volví a acercarme a estas ideas y al sentido que las mismas tenían en el desarrollo de la humanidad. En tiempos de la facultad de teología he leído un poco de Malinowski y descubierto el porque mi abuela hacía lo que hacía con sus pollos. Llevando el peligro de perder la producción y el encierro genético y/o el “refinamiento” a la perspectiva de la sociedad humana llegamos a algo conocido como etnocentrismo que tiene algunas características muy comunes en muchas comunidades étnicas y también en las cristianas en sus más distintas corrientes:

"* Etnocentrismo invertido (pensar que el otro es mejor)
* Etnocentrismo educacional (mi educación es mejor y la de mi país es mejor que esta de aquí).
* Etnocentrismo Medicinal (mis medicinas son mejores)
* Etnocentrismo Agrario (como lo hacen allí es mejor)
* Etnocentrismo Tecnológico (allí sí que tienen cosas para esto)
* Etnocentrismo Lingüístico (mi lengua es más rica y vale para expresar mejor)
* Etnocentrismo Religioso (mis creencias ayudan, las tuyas destruyen)
* Etnocentrismo Inversal (si tú no sales yo sí)" (Fuente Wikipedia)


Este encierro en si mismo, esta posibilidad de encontrarnos solamente con los “nuestros” y dejar de lado los de “afuera” es un sentido totalmente inverso de la propuesta misma (desde lo genético) de la humanidad para su supervivencia y su perfeccionamiento.

En el evangelio de Mateo encontramos un mandato (entendido como la gran comisión) “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” Mt. 28:19-20. Un contrasentido absoluto con la “tradición” de muchos grupos cristianos que han “encerrado” la predicación de la palabra de Dios y del bautismo en un ambiente étnico, o mejor diciendo, en un etnocentrismo religioso.
Hoy, siglo XXI, somos llamados a empezar a hacer el camino inverso del encierro, a empezar a desconectarnos positivamente de esta gran carga del encierro. Lo que decía el ejemplo de mi abuela (sin los reduccionismos implícitos del ejemplo) trasladado al ámbito de la sociedad humana puede ser visto como una construcción que lleva a la muerte misma de la propuesta de cultura o sociedad.

Si una comunidad no intercambia conocimiento, producción social y cultural, si uno se encierra en una perspectiva “verdadera” lo que está haciendo es exactamente lo contrario de lo que uno afirma. Esta búsqueda de la “pureza” genera en verdad una deformación y perversión, basta con mirar las grandes deformaciones ideológicas que hasta hoy sufrimos por la construcción cerrada de algunas miradas. En su genealogía del racismo Michel Foulcault plantea que el dibujo de esta sociedad “moderna” está centrado en una certeza de que puede existir “un ser humano superior al otro”. Con los estudios etnográficos y etnológicos uno va aprendiendo que lo que determina, incluso, algunas características étnicas tiene que ver con el ambiente en dónde se desarrolla tal o cual cultura específica pero esto, de ninguna manera, la hace mejor que otra ni, por ende, superior. Puede ser mejor adaptada una cultura a un cierto ambiente circundante pero siempre con una lógica de apertura pues todas las culturas que se han encerrado o se han vuelto sobre si mismas tienden a desaparecer.

Ahora, cómo trabajamos lo mismo para nuestras comunidades eclesiales que están encerradas sobre si mismas en lo étnico y en lo “doctrinal”? Podríamos empezar a desarrollar las características del encierro pero preferimos encaminar nuestra mirada a las grandes posibilidades de la apertura y del intercambio “genético” en lo que genera nuestra forma de ser Iglesia en esta realidad que nos toca vivir.
Qué lindo que la Iglesia Luterana ha empezado a hacer (hace mucho ya) este camino de apertura:

- en los mediados del siglo pasado (XX) ha entendido que el ministerio de la predicación de la palabra y administración de los sacramentos no era algo privativo del Hombre y empezó a ordenar pastoras. Y qué cambio tan lindo ha vivido la iglesia como un todo por tener esta sensibilidad y esta inteligencia tan desarrollada que tienen las mujeres al servicio de la predicación de la palabra de Dios;

- también ha empezado a hacer parte de entidades ecuménicas a nivel mundial allá por el 1920 y que lindos aportes han traído a nuestra visión confesional el aporte de los ortodoxos, principalmente en lo que dice respecto a la santa cena (comunión) a los niños/as recién bautizados;

- hemos aprendido también que el Bautismo es uno solo (Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, Efésios 4:5), con esto nos dimos cuenta que otros eran tan cristianos como nosotros y que hacemos parte de un mismo Cuerpo de Cristo;
- recibimos la visión de otras confesiones acerca de la realidad sacramental del bautismo y de la santa cena, aprendimos acerca de los misterios de Dios incluidos en los sacramentos. El misterio de Dios no es explicable y entendido (aún por los más entendidos teólogos) pues viene junto, adherido, al acto sacramental;

- aprendimos que la mesa de la santa cena (eucaristía) es la mesa del Señor, y no somos dueños de ella (solamente mayordomos) así que esta mesa es abierta a todos/as los/as bautizados/as independientemente de la confesión en la cual han sido bautizados;

- administrar los dones de gracia que Dios ha concedido a la Iglesia tiene que ver con ponerse al servicio y no servirse. El ser parte de la comunidad tiene que ver principalmente con el participar de la Mesa del Señor y compartir los dones derramados sobre todos/as. Acceder a los servicios ministeriales ó oficios (bautismo, 1ra comunión, confirmación, bendición matrimonial, bendiciones específicas, funerales, etc.) no tiene un “arancel” y/o “precio”, no hay medida monetaria que puede alcanzar el VALOR real de la Gracia de Dios derramada sobre nosotros. El Cuerpo de Cristo – La Iglesia – dejó de ser vista como un almacén en dónde cada “producto” tiene un valor monetario y/o precio, construyendo así un parámetro más comunitario de compartir los dones y ponerlos al servicio del Reino de Dios;

- hemos descubierto con la inclusión de la discusión del género nos ha traído una enorme riqueza al trabajo pastoral y a una visión más amplia del ser humano como criatura de este Dios dador de vida;

- nuestra visión de communio nos hace responsabilizarnos por un sentido oikonómico más acorde a la dignidad de la creación y una perspectiva profética en cuanto las injusticias generadas por una economía desconectada de la vida y de la humanidad;

- nuestras comunidades eclesiales se han visto enormemente enriquecidas con nuevos ritmos musicales y tintes culturales distintos en las celebraciones, estamos en camino de transformarnos en una Iglesia cada vez más inclusiva y participativa en dónde todos/as tienen voz (y voto) para construir juntos un camino iluminado por la luz de Cristo.

Este camino recién está empezando, pero este intercambio de ideas y perspectivas nos hacen crecer, salir del encierro y nos llaman la atención para aquellos rincones “cerrados” que todavía tenemos. Hay comunidades que todavía tienen el rancio del encierro y están enfocadas en un ámbito étnico y/o de grupos familiares entorpeciendo la libertad de la palabra de Dios y la construcción a partir de la gracia. Los resquemores de las propuestas afincadas con la muerte y/o fin en si mismo tiemblan y pierden sentido con la claridad del mensaje del evangelio y de la gracia de Dios. Aunque, a veces, muchas de estas propuestas se muestran como mayoritarias y totalitarias tienden a derrocarse pues tienen en su centro el germen de la muerte y no producen nada más que exclusión, injusticia, malos tratos, violencia institucional y corrupción endémica.

Si empezamos a trabajar cada día más para aprender a compartir las nuevas perspectivas que muchos/as cristianos/as se predisponen a construir quizás podríamos a aprender a disfrutar cada vez más de los dones de Dios derramados por su gracia sobre nosotros. Somos invitados/as a participar cada día más con apertura y sentido de construcción comunitaria y participativa en nuestra comunidad y a apoyar, en la sociedad, propuestas congruentes con el sentido cristiano.

Con los pollos y gallinas de mi abuela he visto que el mundo se puede mirar desde otro punto de vista y que el encierro nos lleva si o si a la muerte. El abrirse tiene que ver con estar dentro del soplo del Espíritu Santo en el medio nuestro, el romper las barreras de la muerte tiene a ver con el optar por propuestas de dignificación de la vida y del mundo creado por Dios.

El abono de nuestro crecimiento solo se puede encontrar en el intercambio entre varias vertientes de pensamiento y de interpretación de la Palabra de Dios para nuestros días. Que este Santo Espíritu de Dios nos llame y nos envíe cada día más para estos desafíos.

sábado, 10 de mayo de 2008

Mientras dure el sol

«Mientras dure la tierra, no cesarán
la siembra y la cosecha
el frío y el calor,
el verano y el invierno,
el día y la noche.»
Génesis 8:22
En estos días Myanmar fue asolado por el Ciclón Nargis que dejó entre 63 y 100 mil muertos y más de un millón de personas desabrigadas y sin las necesidades básicas satisfechas. Aparte las autoridades dictatoriales del país (que están en el poder desde 1962) no dejan las ayudas internacionales llegar a tiempo y forma a los lugares en donde muchas personas están necesitadas.

Pero podríamos hacernos los desentendidos pues este país queda muy lejos de nosotros y no estamos muy al tanto de aquella realidad pues acá hay situaciones más “candentes” que nos mueven y nos conmueven mucho más. Qué tenemos a ver nosotros con toda la realidad de Asia o en otras partes del mundo? Vamos intentar acercarnos a este tipo de pensamientos pero a la inversa: si no nos empezamos a preocupar con lo que está pasando allá hoy y ahora, mañana cuando nos pase algo por el estilo quién se preocupará con nosotros? Seria la máxima egoísta nuestro motivo a preocuparnos por aquellos que han perdido todo en algunas horas. Imaginémonos la devastación de casi toda la provincia de Misiones por un ciclón, varios pueblos con sus habitantes hubieran desaparecido y los sobrevivientes estuviéramos entre escombros y sin las condiciones de acceder a lo básico, el agua y el alimento.

Estas grandes catástrofes son consecuencias generadas por el calentamiento global a causa del efecto estufa. Pero qué tendría esto que ver con el sentido de la Fe y la reflexión en y con la Iglesia? Hablemos del tiempo de Pentecostés y no de lo de Asia, no? Bien, acá empezamos a dar con el sentido de ser cristianos comprometidos con y en el mundo. Algunos pensamos estar afuera de esta realidad en lo que atañe a la Fe y la vida cristiana, pero si empezamos a hacer una lectura bíblica menos mística vamos a entender los relatos de una forma más auténtica y conectada con la realidad de la construcción humana en relación con el Dios creador, con aquél que infunde el aliento de vida en el Adán (Adamah – tierra en hebreo) primigenio. Este espíritu de Dios es el iniciador y generador de lo que nosotros conocemos por vida.
En la secuencia del segundo relato de la creación, Génesis 2 está el relato de la caída y la advertencia de Dios a los intentos “echar mano al árbol de la vida” y así intente ser sempiterno. De allí aparece el gran desafío planteado por la humanidad a sí misma, “dominar a la creación” en el afán de pensar y creer (una auto creencia generada en el pecado) tener el “poder” sobre todas las cosas y realidades.
Pequeña es la vida humana pensando en la grandeza de Dios, grande es Dios al darnos cada día más y más oportunidades para encontrar el verdadero sentido de nuestras vidas en el servicio de su Reino y de la construcción de una realidad más apacible y llevadera. Pero allí el viejo Adán vuelve a cometer el mismo error, pensando ser el dueño del conocimiento del bien y del mal, pues comió del árbol del bien y del mal, y ser totalmente superior a toda la creación.

Quizás si empezáramos a mirar nuestro entorno, nuestra realidad con ojos distintos y acercarnos a la palabra de Dios y a este Espíritu Santo Creador entregado a todos/as, pudiéramos entonces tener una mirada más profunda de nuestra extrema relación con aquél creador. Somos parte de esta masa que Dios ha moldeado e insuflado con Su Espíritu dándonos vida, es casi increíble que nos hemos alejado tanto de este sentido creador de Dios para con nosotros; de este sentido dador de vida (toda la vida y toda forma de vida) para que la pudiéramos disfrutar en abundancia. Pero siempre estamos intermediados por nuestra realidad pecadora, redimida por Cristo con su muerte en la Cruz, pero pecadora en el sentido de relacionarnos con los dones de Dios manifiestos en toda la creación. Hemos perdido, o no nos damos cuenta de este lazo enorme (casi como un cordón umbilical) de las criaturas (nosotros) con el creador (Dios).
Como cristianos creyentes en esta redención de la humanidad hecha por Cristo somos llamados y llamadas a empezar a reinterpretar nuestra relación con la misma creación, somos llamados/as a reencontrarnos con aquella tierra que es parte de nuestro ser (el humus del humanus). No es por nada que las liturgias fúnebres de la iglesia cristiana nos dejan entrever esta realidad, de la tierra venimos y a la tierra volveremos.
Somos llamados y llamadas a empezar un cambio de mentalidad (una conversión) en cuanto a nuestra relación con la creación como un todo y resituarnos en este mundo como parte de la misma, alimentados por este Espíritu de Dios. El cuidado del medio ambiente hoy, es el llamado principal del sacerdocio universal de todos los creyentes, la confluencia de nuestros esfuerzos para cambiar la lógica destructiva de nuestra humanidad tiene que ver con el intento de buscar la transformación alimentados y alentados por este espíritu vivificante de este Dios que nunca nos abandona.