viernes, 7 de noviembre de 2008

Que “dios” salve la bolsa de valores

José Ortega y Gasset fue un filósofo español que ha vivido muchos años en sudamérica y ha hecho una gran contribución al pensamiento latinoamericano. Me ha llamado la atención uno de sus escritos que es Creer y Pensar en dónde postula una hermenéutica científica totalmente innovadora. Trabaja con un concepto de ideas creencias que, según él, son las ideas que uno tiene sin hacer el uso de la razón o las ideas que están en nuestro sentido mismo de ser humano. Realmente llama mucho la atención este análisis pues nos deja descubiertos en muchos flancos porque realmente no pensamos y no trabajamos con estas “ideas creencias” pues son parte misma de nuestro ser y de nuestra construcción antropo-socio-cultural, Dice Ortega que hay “realidades” en nuestra vida que simplemente están, son algo que no pasa por el ámbito de la razonabilidad (son un hecho anterior a la propia razón) pues son el tronco mismo del ser y lo que lo y/o nos sostienen como humanidad en muchas particularidades de acuerdo a los condicionantes geográficos, culturales, religiosos y económico. Podríamos llegar a afirmar que muchos de nosotros tenemos un “formateo básico” y/o un “sistema operativo” pre programado que nos habilita a “operar” en cierto ámbito social y cultural.

De acuerdo a esta posibilidad planteada por OyG todos tenemos condiciones que nos determinan cierto accionar y cierta operatividad en la vida y sociedad. Lo que nos darían particularidades, no una base distinta, serían las ideas ocurrencias y en ellas estarían comprendidas las ciencias y filosofías, para no decir todo lo académico.

Escrutando las distintas posibilidades teóricas en américa latina nos encontramos con Paulo Freire que trabaja bajo otro aspecto que nos pone en jaque la idea de las ideas creencias pues la traslada a un ámbito de dominador y dominado, en dónde el dominador ya viene con sus “ideas creencias” que son inmutables y que le sostienen en la posibilidad de dominar y subyugar a otros/as. Por el otro lado el dominado (oprimido) también tiene sus condicionantes y a la vez está empoderado por el dominador y lo tiene adentro suyo, lo tiene introyectado y reproducido en su forma de ver el mundo a partir de la dominacion sufrida.

Freire entonces plantea la posibilidad de la liberación (diríamos que tendría que ver con la deconstrucción de las ideas creencias) de los oprimidos cuando empiezan a construir y/o a buscar “ser más” superando a etapa de la dominación liberando a la vez, aunque con muchas resistencias al propio opresor. Hasta aquí todo bien con Freire pues empieza desde un ámbito antropológico de reconstrucción de la humanidad “perdida” del oprimido.

A partir del “marco” de la teología podríamos decir que lo que plantea Ortega y Gasset podría estar relacionado con la intrínseca conexión del creador con sus creaturas. El vínculo mismo del SH con Dios serían nuestras ideas creencias, las ideas ocurrencias serían nuestra relación de opresores y oprimidos que podrían y deberían ser cambiadas por nuestro compromiso por el cambio y la transformación en la sociedad.

Cuando Jesús habla del “amense los unos a los otros como yo los he amado” nos da una poderosa herramienta de liberación puesto que nos pone en la responsabilidad de, con un acto de amor y movidos por este amor de Él hacia nosotros, no permitir bajo ningún aspecto el desamor y la dominación. Con el uso de esta poderosa herramienta tendríamos entonces en nuestras manos uno de los caminos para encontrar la liberación del ejercicio de la dominación por un lado y por el otro del “ser dominados”.

El ámbito Cristológico es el que nos da el marco para empezar a ejercitar estas nuevas ventanas en nuestras ideas ocurrencias y también empezar la deconstrucción  en aquello que pensamos que sean nuestras ideas creencias.
Acá se nos viene a la mente uno de los dichos de Martín Lutero: “Dios actúa en nosotros, pero no sin nosotros”. Alli podríamos inferir, entonces, que en el constante tironeo de entre nuestras falsas “ideas creencias” y la liberación encontraríamos la ayuda y el soporte de Dios mismo que estaría obrando en nosotros para acompañarnos en esta enorme y virulenta lucha en contra e las herramientas de dominación generadas por la misma realidad pecadora de la humanidad.

Liberación entonces, a nuestro modo de ver tendría que ver con el perdón y la transformación de las ideas básicas que nos habían sostenido hasta este entonces. Allí estaría la clave: empezar a ubicar en nuestra “construcción” antropológica individual y comunitaria las falsas “ideas creencias” que están “formateadas” en nuestro ser como humanos. Liberarse estaría en un ámbito de una deconstrucción por un lado y por el otro una búsqueda infinita en reestructurar la humanidad reestablecida por el perdón y por la cruz de Cristo.

Liberarse tendría que ver entonces con un parámetro de construcción comunitaria de una “metanóia” (cambio de paradigma) y de abordaje de nuestro mismo entendimiento de ser humano, evangelio y del Emanuel (del Dios con nosotros).

La redención aparece como desafío a la reinterpretación y a la búsqueda de la reconstitución de este nuevo ser humano que vive e intenta cada día más reencontrarse en un mundo que lo tiene cosificado y transformado en un objeto dominado. La muerte y resurrección son la fundación de esta nueva humanidad y el camino para llegar a la fuente de esta nueva vida que nos da condiciones de vernos de una forma más realista puesto que las falsas expectativas puestas en la fuerza antropológica (sin la ayuda de Dios) lo único que hacen, como una linda trampa, es llevarnos cada vez más al camino de las herramientas de dominación y de sumisión.

Hoy mirar a lo que conmueve a un país del norte por un “marco” distinto dentro de lo estético, a mi modo de ver no de lo fundacional, hace que muchos/as en américa latina seamos ilusionados con una “espeanza” hueca en algo que es antropológicamente imposible desde la concepción misma de la construcción del aparato dominador. Un acto de amor cristiano hoy podría ser no depositar esperanza ni confianza en una “ilusión óptica” que genera falsas expectativas en nuestro medio pues hemos aprendido a “creer” en la benevolencia de a dominación y poner el poder de nuestra libertad en ella, poniéndonos una vez más como meros objetos de una propuesta que lo que hace de mejor es generar la muerte y la exclusión. Hoy podríamos referirnos a una nueva construcción idolátrica en dónde decir “que dios salve la bolsa” nos estaría poniendo en una “esperanza” maquinada por la propaganda de la dominación para mantenernos entretenidos e iludidos para que sigamos perdiendo el tiempo en no construir nuestra libertad con este Dios con nosotros que actúa con nosotros, no sin nosotros.

Espero sinceramente que las iniciales del ídolo de la liberación sin compromiso de transformación y de esperanza en la magia no tengan nada que ver con BO y que como latinoamericanos no creamos tan fácilmente e ilusoriamente en la propaganda del imperio que lo único que tiene bien en claro es salvarse a si mismo.

martes, 4 de noviembre de 2008

Siglo XXI – Cambalache y Lutero

Es increíble pensar que ya se pasaron 491 años del día que Martín Lutero empezó la reforma protestante en contra de la venta de las indulgencias. Es inaudito darse cuenta que gran parte de los “luteranos” actuales, seguidores de la reforma no hacen más que solventar grandes museos eclesiásticos pues han perdido el empuje del reformador.

En argentina hay un dicho muy interesante que viene de un cantante muy conocido que dice “lo atamos con alambre” y quiere decir que uno parcha, enmienda, arregla lo deja funcionando para que siga. Así podríamos decir que las Iglesias luteranas como un todo han actuado en estos últimos siglos. Algunas hemos construido (o atado con alambre) formas muy tradicionales y hasta estáticas de ser, otras han empezado a traer (o a parchar) sus falencias con otras perspectivas religiosas que le han sido relativamente provechosas.

Si uno presta un poco de atención al “discurso” de muchos de nosotros como Luteranos pareciera que el pobre Martín tenía la respuesta para todo y para todas las situaciones, siempre vamos escuchar “porque Martín Lutero decía…” y después toda una interpretación a gusto propio de lo que se piensa que habría dicho.

He escuchado muchos absurdos acerca de Lutero y hay algunos que me han sorprendido muchísimo. En una reunión he escuchado a una persona defendiendo el sentido humanista de Lutero en el ámbito de la educación, colocándolo a la par de Erasmo de Rótterdam (ambos contemporáneos) como dos grandes precursores de la educación moderna y de la independencia intelectual moderna. Tuve que volver a leer “La libertad determinada – 1525” y darme cuenta que Erasmo y Lutero tenían una visión antropológica totalmente distinta y que su concepción de ser humano era por ende totalmente diferente, por no decir antagónica. Pero para justificar el desconocimiento de lo que decía Lutero y también de lo de Erasmo, que lindo quedaba para el discurso colocarlos como “compañeros de lo mismo”.

Por otro lado muchas iglesias luteranas han “importado” parámetros de otros marcos e idearios confesionales que suenan como “sapo de otro pozo” pero bien acomodados dentro de este “luteranismo” muy peculiar. De allí a llegar a tener expresiones que no tienen nada que ver con el cristianismo sino con otras religiones no hay mucha distancia. En estas andanzas he visto en la celebración de un funeral familiares del difunto abrazarse al muerto y decirles cosas al oído. Después de haber terminado la celebración y el entierro me acerco a las personas y le pregunto sobre esta “costumbre”, pensando que era alguna cuestión de religiosidad popular traída sincréticamente al ámbito de la fe cristiana. A lo que me saltan diciendo que no, totalmente al contrario, uno de los pastores que había atendido a aquella comunidad les había enseñado que antes de sepultar a algún familiar podían enviarle mensajes a los familiares muertos anteriormente. O sea, la comunicación reencarnacionista con los espíritus de los muertos era parte de la catequesis común y corriente. Cuantos más he escuchado hablar sin tapujos de la separación del cuerpo y del alma en un contrasentido total con el cristianismo y con el mismo credo apostólico que habían acabado de profesar. Diría Lutero, Solo Cristo ─ estos dirían: siempre y cuando lo dibujemos de la forma que querramos. (¿Lo atamos con alambre?)

Me cuesta mucho, por la propia constitución cultural de uno, hablar de la mezcolanza y la confusión entre el ser luterano y el ser de cierta nacionalidad. Algunos hemos heredado esta “confusión” y la tenemos en nuestra construcción de fe y personalidad dentro de un parámetro totalmente pervertido de ciudadanía “patriótica”. El tema de la separación de la iglesia y el estado acá también aparece de una forma bastante confusa y hasta sobrepuesta en el sentido que hay muchos países “luteranos” en dónde las Iglesias son nacionales y no hay diferencia entre bautizar una criatura y anotarla en el registro civil. Civilidad y “fe” son parte de lo mismo, no se diferencian y se confunden de una forma totalmente sin lógica. ¿Haría la santa cena con cerveza y/o Glöck, el fraile agustino?

Por otro lado aparece toda una “nueva ola” de luteranos que hace un sistemático sincretismo entre las manifestaciones de la religiosidad “popular” y/o autóctonas de ciertos pueblos extrayendo de allí un gran “crecimiento misionero” y una herramienta de dominación y manipulación de masas. Esto sin hablar de la falsa solidariedad puesta en práctica con grandes acciones de “promoción humana”. ¿Podríamos encontrar aquí una forma más de la teología de las obras tan combatida por Martín?

Esto sin hablar de aquellos que somos luteranos porque “sabemos” muy bien lo que quizo decir Martín en contra de las indulgencias y en contra de los poderes que dominaban en aquella época. Tenemos muy en claro que nuestra “forma especial de ser” luteranos nos trae algunas características muy interesantes. En las administraciones de muchos centros confesionales encontramos ejemplos de nepotismo muy combatidos por todos nosotros en las homilías dominicales, encontramos caminos más verticales que la propia realidad medieval que tenía Martín, pero somos totalmente “democráticos y horizontales” (¿y el alambre?)

Quizás esta forma de poder vernos podría estar dentro de la estructura de pensamiento de la reforma, poder hacer una lectura de lo que somos los luteranos contemporáneos a partir de la clave hermenéutica de los cuatro solos (solo Cristo, solo la Fe, solo la Gracia, solo la escritura) sería todo un ejercicio  y quizás podríamos empezar a reencauzarnos en el camino y en la búsqueda de la reforma nuestra de cada día, no solo la del pasado. Encontrar este espíritu de la reforma en el medio nuestro nos hace rever nuestras cuestiones operativas y modelos de gestión y participación en nuestras comunidades.

Podríamos empezar a reconstruir las 95 tesis de Lutero en contra de las indulgencias modernas, en contra del mimetismo con los poderes de turno y nacionalidades, en contra de la falsa solidariedad y “promoción” de dominio de las masas. Que interesante sería si pudiéramos ser interpelados por Martín en nuestros días y así empezar a caminar de nuevo a partir de un nuevo sentido que puede venir de los parámetros básicos traídos por él, hacen ya tantos años. ¿Nos animaremos a tanto? O mejor ¡lo atamos con alambre!