martes, 4 de noviembre de 2008

Siglo XXI – Cambalache y Lutero

Es increíble pensar que ya se pasaron 491 años del día que Martín Lutero empezó la reforma protestante en contra de la venta de las indulgencias. Es inaudito darse cuenta que gran parte de los “luteranos” actuales, seguidores de la reforma no hacen más que solventar grandes museos eclesiásticos pues han perdido el empuje del reformador.

En argentina hay un dicho muy interesante que viene de un cantante muy conocido que dice “lo atamos con alambre” y quiere decir que uno parcha, enmienda, arregla lo deja funcionando para que siga. Así podríamos decir que las Iglesias luteranas como un todo han actuado en estos últimos siglos. Algunas hemos construido (o atado con alambre) formas muy tradicionales y hasta estáticas de ser, otras han empezado a traer (o a parchar) sus falencias con otras perspectivas religiosas que le han sido relativamente provechosas.

Si uno presta un poco de atención al “discurso” de muchos de nosotros como Luteranos pareciera que el pobre Martín tenía la respuesta para todo y para todas las situaciones, siempre vamos escuchar “porque Martín Lutero decía…” y después toda una interpretación a gusto propio de lo que se piensa que habría dicho.

He escuchado muchos absurdos acerca de Lutero y hay algunos que me han sorprendido muchísimo. En una reunión he escuchado a una persona defendiendo el sentido humanista de Lutero en el ámbito de la educación, colocándolo a la par de Erasmo de Rótterdam (ambos contemporáneos) como dos grandes precursores de la educación moderna y de la independencia intelectual moderna. Tuve que volver a leer “La libertad determinada – 1525” y darme cuenta que Erasmo y Lutero tenían una visión antropológica totalmente distinta y que su concepción de ser humano era por ende totalmente diferente, por no decir antagónica. Pero para justificar el desconocimiento de lo que decía Lutero y también de lo de Erasmo, que lindo quedaba para el discurso colocarlos como “compañeros de lo mismo”.

Por otro lado muchas iglesias luteranas han “importado” parámetros de otros marcos e idearios confesionales que suenan como “sapo de otro pozo” pero bien acomodados dentro de este “luteranismo” muy peculiar. De allí a llegar a tener expresiones que no tienen nada que ver con el cristianismo sino con otras religiones no hay mucha distancia. En estas andanzas he visto en la celebración de un funeral familiares del difunto abrazarse al muerto y decirles cosas al oído. Después de haber terminado la celebración y el entierro me acerco a las personas y le pregunto sobre esta “costumbre”, pensando que era alguna cuestión de religiosidad popular traída sincréticamente al ámbito de la fe cristiana. A lo que me saltan diciendo que no, totalmente al contrario, uno de los pastores que había atendido a aquella comunidad les había enseñado que antes de sepultar a algún familiar podían enviarle mensajes a los familiares muertos anteriormente. O sea, la comunicación reencarnacionista con los espíritus de los muertos era parte de la catequesis común y corriente. Cuantos más he escuchado hablar sin tapujos de la separación del cuerpo y del alma en un contrasentido total con el cristianismo y con el mismo credo apostólico que habían acabado de profesar. Diría Lutero, Solo Cristo ─ estos dirían: siempre y cuando lo dibujemos de la forma que querramos. (¿Lo atamos con alambre?)

Me cuesta mucho, por la propia constitución cultural de uno, hablar de la mezcolanza y la confusión entre el ser luterano y el ser de cierta nacionalidad. Algunos hemos heredado esta “confusión” y la tenemos en nuestra construcción de fe y personalidad dentro de un parámetro totalmente pervertido de ciudadanía “patriótica”. El tema de la separación de la iglesia y el estado acá también aparece de una forma bastante confusa y hasta sobrepuesta en el sentido que hay muchos países “luteranos” en dónde las Iglesias son nacionales y no hay diferencia entre bautizar una criatura y anotarla en el registro civil. Civilidad y “fe” son parte de lo mismo, no se diferencian y se confunden de una forma totalmente sin lógica. ¿Haría la santa cena con cerveza y/o Glöck, el fraile agustino?

Por otro lado aparece toda una “nueva ola” de luteranos que hace un sistemático sincretismo entre las manifestaciones de la religiosidad “popular” y/o autóctonas de ciertos pueblos extrayendo de allí un gran “crecimiento misionero” y una herramienta de dominación y manipulación de masas. Esto sin hablar de la falsa solidariedad puesta en práctica con grandes acciones de “promoción humana”. ¿Podríamos encontrar aquí una forma más de la teología de las obras tan combatida por Martín?

Esto sin hablar de aquellos que somos luteranos porque “sabemos” muy bien lo que quizo decir Martín en contra de las indulgencias y en contra de los poderes que dominaban en aquella época. Tenemos muy en claro que nuestra “forma especial de ser” luteranos nos trae algunas características muy interesantes. En las administraciones de muchos centros confesionales encontramos ejemplos de nepotismo muy combatidos por todos nosotros en las homilías dominicales, encontramos caminos más verticales que la propia realidad medieval que tenía Martín, pero somos totalmente “democráticos y horizontales” (¿y el alambre?)

Quizás esta forma de poder vernos podría estar dentro de la estructura de pensamiento de la reforma, poder hacer una lectura de lo que somos los luteranos contemporáneos a partir de la clave hermenéutica de los cuatro solos (solo Cristo, solo la Fe, solo la Gracia, solo la escritura) sería todo un ejercicio  y quizás podríamos empezar a reencauzarnos en el camino y en la búsqueda de la reforma nuestra de cada día, no solo la del pasado. Encontrar este espíritu de la reforma en el medio nuestro nos hace rever nuestras cuestiones operativas y modelos de gestión y participación en nuestras comunidades.

Podríamos empezar a reconstruir las 95 tesis de Lutero en contra de las indulgencias modernas, en contra del mimetismo con los poderes de turno y nacionalidades, en contra de la falsa solidariedad y “promoción” de dominio de las masas. Que interesante sería si pudiéramos ser interpelados por Martín en nuestros días y así empezar a caminar de nuevo a partir de un nuevo sentido que puede venir de los parámetros básicos traídos por él, hacen ya tantos años. ¿Nos animaremos a tanto? O mejor ¡lo atamos con alambre!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena su comparación,algunos si nos animariamos a hacer interpelados por Martin Lutero creo que seriamos muy pocos,y serian muchos los que lo atarian con alambre. Ojo esto es según mi punto de vista.