martes, 20 de enero de 2009

Demonios!

Cuándo Jesús empieza a enseñar en las Sinagogas despierta mucho interés de las autoridades “religiosas” y sociales de la época. Y en una de estas sinagogas se le planta un hombre y le dice: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: El santo de Dios.”
Las enseñanzas de Jesús eran muy impactantes pues salían de lo preestablecido por la sociedad de entonces. Ponía en jaque un sistema religioso en donde las personas al cumplir ciertas reglas y reglamentos tenía garantizada su salvación y su pertenencia a Dios.
En la actualidad tenemos un amplio espectro de confesiones cristianas y cada una tiene sus peculiaridades y características aparte de su marco teológico referencial. Uno al hacer “caminar” el dial de la radio puede escuchar mensajes cristianos y de salvación bastante diversos y que, a veces, son encontrados entre sí.
Los exorcismos y expulsiones de “demonios” son bastante frecuentes (podríamos decir que lo escuchamos a diario).
En la reforma eclesiástica del siglo 16 (XVI) Martín Lutero postuló que el ser humano es simultáneamente justo y pecador (simul justus et pecator): justo porque es justificado por la muerte de Cristo en la Cruz y su Resurrección venciendo los poderes de la muerte y pecador por nuestra naturaleza humana escindida con la caída.
Los “espíritus impuros” que expulsó Jesús en aquél entonces siguen haciendo parte de nuestra vida pues todavía no estamos en la Realidad de Dios (que se dará con la última y derradera venida de Cristo – 2do artículo del Credo Apostólico - y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos). Por lo tanto tenemos que aprender a trabajar con los “demonios” nuestros de todos los días.
Como seres humanos pecadores tendríamos que trabajar arduamente para que nuestros “demonios” sean expulsados y así podríamos dedicarnos a edificar una sociedad más justa y solidaria en dónde el hambre y la violencia no serían el cotidiano de nuestras vidas. Podríamos entonces exorcizar a aquellas personas que tienen una función pública de servicio al bien común de la sociedad y están “poseídas” por el demonio que los hace “meter la mano en la lata”; sacaríamos los demonios que permiten con su codicia el llegar a negociar con la vida.
Los “demonios” o nuestra realidad y naturaleza pecadora deben ser exorcizados todos los días con el sentido comunitario de la palabra de Jesús (dónde dos o tres estén reunidos en mi nombre allí yo estaré) que nos llama a reunirnos y participar junto con él de una realidad distinta.
Pero para algunos de nosotros cristianos es mucho más fácil:
encontrar los demonios en los problemas de personalidad y/o psicológicos de los individuos – así no se nos ocurre pensar en las posibilidades comunitarias;
centrar los esfuerzos en “cambiar” la “posesión” de la persona por una alienación efectiva; es mucho más fácil “pelear” con las consecuencias individuales de las posesiones “demoníacas” que con las causas socio culturales y comunitarias de las mismas;
Así, quizás podríamos como sociedad hacernos las preguntas iniciales: ¿Qué quieres de nosotros Jesús Nazarenos? ¿Has venido para acabar con nosotros? Y dependiendo de las respuestas que se planteen podríamos llegar a evaluar si realmente sabemos que Cristo ha vencido la muerte por nosotros, que ya tenemos la salvación garantizada por su muerte en la Cruz y que NOS INVITA A GENERAR UNA NUEVA COMUNIDAD, a partir y COMPARTIR el PAN.