lunes, 28 de febrero de 2011

Cuándo era niño/a pensaba como niño, ahora que soy adulto ....

Hace muchos años, muchos en serio, cuando todavía era niño, ha pasado algo muy duro en nuestro vecindario. A un amiguito mío, de nombre Sergio, le daban todos los días la tarea de prender la cocina a leña de la familia. Lo difícil en aquellos tiempos, década de 70, era encontrar papel para empezar el fuego. Se le ocurrió a Sergio, buscar en la habitación de su abuelita los papeles necesarios para empezar el fuego; ¡y los encontró! Papeles de varios colores, rectangulares y con figuras; pensó mi amigo, con sus 6 años: -- Qué lindos papelitos! ¡Lástima quemarlos!; pero como tengo que hacer fuego para que mamá cocine, no queda otra. En algunos minutos estaba prendida la cocina económica y ya empezaba a salir el olor de la comida de aquél impresionante mediodía.

El tema dilemático apareció por la tardecita, cuando la abuela fue a su habitación buscar unos pesos de su habitación para pagar al verdulero que le había traído la encomienda. Sorprendentemente, la jubilación cobrada en el día anterior no estaba, el cajón estaba vacío. Se revolucionó el vecindario; por los dichos de la abuela había ladrones en el medio nuestro. Todos/as chicos/as que jugábamos a diario en las inmediaciones fuimos llamados a la casa de Sergio y allí dos hombres con uniformes nos empezaron a hacer preguntas: ¿Quién había entrado en la habitación de la abuela y había sacado toda la plata de la jubilación? ¿Quién era el ladrón?

Todavía no teníamos la idea de lo que era la “plata”, el concepto de “dinero” todavía no estaba construido en nuestras mentes pues nuestros “valores” trataban de construir caminos para nuestros autitos de juguete y nuestras construcciones hechas en la tierra colorada. Lo que si teníamos bien en claro eran las moneditas que nos daban para comprar alguna golosina en el almacén de la esquina. La plata era para nosotros, entonces, aquellos pedacitos circulares y chatos de metal que valían X cantidad de golosinas.

Por esto cuando nos preguntaban acerca de la “plata” de la abuela, no teníamos ni idea de lo que estaban hablando, pues ninguno de nosotros había tenido monedas en las manos y bolsillos. La historia hubiera quedado así, sin mucha explicación, si uno de los dos uniformados no hubiera sacado de su billetera un papelito rectangular con una figura y unos números; nos lo mostró y dijo: -- Uds. no vieron algo parecido a esto por acá? Pobre Sergio, quedó con los ojos y la boca tan abiertos que pensamos que se transformaría en un monstruo. Empezó a tartamudear y a llorar, diciendo: -- Estos papelitos de la abuela yo usé para hacer el fuego hoy al medio día!

A partir de allí aprendimos que era la plata y que era algo más que las moneditas que siempre nos daban. ¡Una revelación! Por otro lado, pobre Sergio. Lo castigaron y se quedó mucho tiempo sin poder jugar y nosotros sin poder ir a su casa. Quemar la plata de la abuela fue algo muy grave, algo muy difícil de entender, pero aprendimos todos; aquellos papelitos no eran solo de decoración y no eran para hacer fuego, mucho menos para quemarlos.

Un cuento de niños/as, sin mucha relevancia; aunque la pobre abuela se quedó sin su jubilación. Aprendimos, como niños/as que hay cosas que no se deben quemar ni despilfarrar. Hace mucho de esto, éramos niños/as. Lo que nos impresiona en la actualidad es que los adultos no dicen nada acerca de los millones que se han quemado el 25 de febrero en la costanera de Posadas. ¿Cuántos niños/as podrían ser dignamente alimentados con esto? ¿Cuántas/os abuelas/os podrían tener una mejor vida? Y cuántas preguntas más podríamos hacer.

Lo sorprendente es que ningún adulto se proponga a cuestionar y a buscar a aquellos que queman y despilfarran lo que es de todos/as. Es el momento de que empecemos a despertar nuestras conciencias. Como dice el evangelio: Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Sirvamos, entre todos/as, a un Dios que busca que nos acerquemos a los principios de Su Reino y que nos dé el discernimiento para encontrar mejores caminos para nuestra sociedad y provincia. Que Dios los bendiga.