miércoles, 23 de enero de 2013

La cruz hueca

En la mitad del siglo pasado el famoso pintor Salvador Dalí, en una de sus críticas hacia el cristianismo hizo la obra “Cristo de San Juan de la Cruz” haciendo referencia a un místico del siglo XVII. Lo que hizo Dalí fue un crucifijo tridimensional que está flotando en el aire, no tiene contacto con la tierra ni algo que lo sostenga de alguna manera. Ilustrada ironía hacia sectores cristianos que habían, a pocos años, hecho una alianza silenciosa con el holocausto y con la muerte de millones. Este crucifijo “en el aire” muestra exactamente esto: una fe desconectada con la realidad y con el entorno social en que se encuentra.

Pocos años después en américa latina se empieza a gestar la teología de la liberación: pastores, sacerdotes, obispos y personas de iglesias cristianas que empiezan a comprometerse con los sectores marginados de la sociedad; en dónde se encuentra el Cristo de los pobres. Se entiende el camino del Éxodo bíblico como un espacio de liberación de los poderes “del faraón” (dígase poderes militares que estaban agobiando a los países de esta región). Mucha fuerza ha traído esta perspectiva teológica hacia los movimientos de lucha y resistencia, desarrollo de conciencia y búsqueda de dignidad, respeto y derechos humanos.
Si Dalí pudiera hoy hacer una visita a Misiones estaría maravillado de la potencia de su ironía y de los discípulos que tiene por acá. Hace unos pocos año uno de estos “cura de los pobres” sacó las ganas reeleccionistas de un arquitecto que tiene sus delirios místicos y de poder. Como vuelto y cambio ha construido una enorme cruz hueca (en lo arquitectónico) y también vacía de contenido. Un contrasentido completo para con la propuesta misma del cristianismo, aunque bendecida con pompas y glorias por algunas “autoridades religiosas”.

Una propuesta cristiana para con la sociedad y para con la justicia social tendría que pensar en la distribución igualitaria de las ganancias y de una mejor salud, educación, habitación y desarrollo de fuentes de trabajo digno. Para los seguidores de la cruz hueca y para los discípulos de sus constructores basta con algunas fotos y algunas infladas estadísticas “turísticas”. Muy cerca de allí se encuentran unos centenares de familias que podrían tener su vida mejorada con mucho menos de esta mega obra “faraónica”.

Dalí se hubiera regodeado en las palabras del arquitecto de la cruz hueca pues en un momento de euforia y de misticismo dijo que con “esta cruz hemos concluido la obra de los jesuitas en misiones”. Para los conocedores de la historia de los jesuitas en américa del sur y de sus misiones sabemos que erigir una cruz hueca de contenido y de sentido distaba mucho de su objetivo.

Cabe al pueblo de Misiones la responsabilidad de poner en contraste con la falta de sentido y con los grandes negocios que se hacen con lo que tendría que ser para el bien de todos/as una propuesta que sea superadora y que traiga espacios de construcción social en dónde las voces de aquellos, que son “tapados” por las imágenes turísticas huecas y sin sentido, sean escuchadas y valoradas. Miles de niños/as que podrían tener una esperanza de vida distinta con solamente cambiar las prioridades de gobierno y de estado; aunque los que hoy lo podrían hacer siguen sosteniendo que en Misiones “los pobres siempre existieron”.

Uno de los pecados estructurales es el mantenimiento de la “pobreza”, ojalá que nuestro buen Dios nos ayude a cambiar los destinos de toda la ciudadanía, poniendo sentido en nuestras vidas y en la dignidad de todos/as.

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