Había un muchacho que desde chico se preguntaba: ¿arriba de que parte del cielo vive Dios? Se ponía a orar y miraba hacia arriba, y miraba hacia arriba…Iba a la Iglesia y allí también muchos miraban hacia arriba, y miraban hacia arriba… Un cierto día encontró en sus manos una Biblia y se puso a leerla.
Cuando llegó al texto del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1:6-11), hizo un ¡gran descubrimiento! En el relato de la ascensión de Jesús, después que se va, se le aparecen “dos varones con vestiduras blancas” a los discípulos y les dijeron:
-- Galileos ¿Por qué estáis mirando al cielo?
Y así entendió lo que había leído en Mateo 28:19-20 que dice: “… id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Desde aquel momento no se quedó más mirando al cielo y empezó a predicar la palabra de Dios y a encontrar a Cristo en el hermano y en la hermana que necesita.
Estamos todos invitados por nuestro Señor a no quedar mirando hacia el cielo y salir y hacer discípulos. Como aquel muchacho nosotros también podemos descubrir que el mirar al cielo es algo que deja de lado la realidad y huye de ella. Todos los que seguimos a Cristo debemos tener en claro que Él está con nosotros es el Emmanuel (Dios con nosotros) y que en la fiesta de Pentecostés regaló Su espíritu para que nos diera fuerzas y ánimo de predicar su buena notícia: que ha muerto por los pecados del mundo, ha vencido la muerte resucitando y nos prometió que en su última venida juzgará a vivos y a muertos.
¿Y por casa como andamos? ¿Estamos preparados para predicar el mensaje de la salvación? Martín Lutero hablaba en el Sacerdocio Universal de los Creyentes: allí explicaba que todos/as bautizados/as tenemos el privilegio y la responsabilidad de predicar la Buena Notícia de nuestro Señor. Así que todos/as que somos bautizados/as en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo recibimos el Espíritu de Dios que nos impulsa y nos habilita a predicar su buena nueva.
Así que hermanos y hermanas, dejemos de mirar al cielo y pongámonos a hacer lo que Dios nos ha encargado. Si algunos/as todavía se sienten poco capacitados/as para encarar tal tarea, en la Parroquia podrá encontrar herramientas para desarrollarla.
Que nuestro Dios y Señor permita que cada uno de nosotros pueda buscar el incentivo necesario para cumplir con su mandato principal y hacer crecer cada vez más su cuerpo que es su Iglesia.
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