En la confesión luterana hay un término que intenta describir las responsabilidades de todos/as los cristianos/as en la comunidad y en la sociedad, es el Sacerdocio Universal de Todos los Creyentes. Esta era la forma que Martín Lutero usó para explicar la función de cada uno de nosotros en la comunidad cristiana y en nuestras labores en la sociedad en general. Es extremamente interesante entender esta perspectiva de ejercer el sacerdocio en todos los ámbitos en los cuales uno está inserto. El punto de partida para el mismo es siempre la Mesa del Señor (la Santa Cena) que nos alimenta, alienta y nos invita a seguir en la senda del servicio. Es a partir de allí que somos enviados a ejercer este sacerdocio y es a partir de allí que somos llamados a evaluar nuestro ejercicio del mismo. Podríamos decir que el Cristiano deja de tener oportunidades de descanso; cuando ejerce una actividad comercial (para la cual fue vocacionado) debe intentar hacerlo de la mejor manera posible, siguiendo caminos de justicia; cuando ejerce una actividad docente debe intentar hacerlo de manera que sus alumnos puedan encontrar reflejado/a en él/ella este sentido del servicio; cuando está en el ámbito de la salud también debe desarrollar la atención a los/as que lo demandan, de manera que sean hechos parte de este don que Dios les ha dado. Teniendo en cuenta, entonces, que todos/as somos vocacionados/as para el servicio en todos los ámbitos en que nos desarrollamos, estamos, de esta manera, impedidos de hacer una separación entre lo que es nuestra vida cristiana y nuestra vida civil, pues las mismas no tienen separación, o sea, está de forma integral al servicio de nuestro Dios y Señor. De esta forma tampoco podemos hacer la confusión o la mezcolanza de los dones. Si uno fue vocacionado para ser mecánico, por ejemplo, que sea un buen mecánico y no vaya a ejercer como enfermero o veterinario, si uno fue vocacionado al desarrollo de nuevas capacidades inventivas que se dedique a lo suyo, pues para esto Dios le dio este don. Así que hoy por hoy podríamos decir que si alguien está enfermo que acuda a quién Dios ha vocacionado (y para lo cual también se ha capacitado - con ayuda de Dios) en el campo de la salud. Imaginémonos la paradoja y la gran contradicción si para arreglar un motor hiciéramos una oración y ya lo tendríamos hecho (¿para que el pobre mecánico se habría capacitado? y ¿para qué Dios le habra dado el don - talento?); si para curarnos de las enfermedades (muchas veces muy graves) que nos aquejan tuviéramos que buscar alguna iglesia o capilla que nos sanara para qué entonces tendríamos los hospitales, clínicas, sanatorios y todo lo demás? Muchos se acordarán de Syster Sigrid, o mejor, hermana Sigrid, que fue formada como Diácona pero a la vez también tenía la capacitación de enfermera; para hacer los partos seguramente ponía sus manos en las manos de Dios pero ejercía su capacitación en el campo de la salud. En ella encontramos uno de los ejemplos más claros de cómo somos y podemos ser vocacionados al servicio, ella recibió el llamado a servir en su tierra lejana y se entregó de corazón a nuestra gente y a la tierra colorada, pero de ninguna manera confundió sus dones y sus roles.
Le invito ahora a que tome su Biblia y lea Mateo 25:14-30 y compare los talentos (dones - no dinero) que Dios le ha dado y que evalúe los frutos que este ha generado en su comunidad cristiana, en la relación con las personas que trabajan bajo su responsabilidad, en la relación con los/as compañeros/as de trabajo; en su vida familiar y en el vecindario. Ojalá -que cada uno de nosotros pueda encontrarse preparado para este juicio- y evaluación de nuestro Dios, puesto que Él siempre nos invita y nos llama a servirle en este mundo que tanto necesita.
En nuestra parroquia la mesa es servida todos los domingos, todos los domingos compartimos este pan de vida y este vino de perdón de pecados, cuerpo y sangre de Cristo, Quizás podamos encontrarnos también reunidos en el servicio a nuestro Señor en la sociedad y también en los dones y talentos que Dios nos ha dado para ayudar a SU Iglesia. No dejes TUS talentos enterrados, no dejes que la práctica del servicio se oxide y también con ella tu vida no encuentre sentido. Ven, todos estamos invitados y llamados a esta gran mesa y a este gran sacerdocio como hacedores y seguidores de la palabra de Dios en este mundo que tanto necesita.
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